Alejandro no es el nombre de un artista más. Alejandro puede ser muchas cosas,
porque con diecinueve años se puede ser todo.
Lo conocí en clase de Historia del Mundo Contemporáneo; pero fue un conocimiento
fugaz. A las dos semanas de empezado el curso, me esperó, antes de salir del aula,
para despedirse de mí y aclararme que, sencillamente, él no podía aguantar seis horas
diarias recibiendo explicaciones de idiomas, lengua, dibujo, historia… No era nada
personal, me dijo, “pero me siento como un animal enjaulado, tengo que buscar otro
camino”. Le pedí, reconozco que, sin fe, que aguantara un poco más, pero estaba
convencido de lo que decía, y voló.
Pasados unos meses, me volví a encontrar con él por los pasillos del IES San Juan
de la Cruz, lo saludé, me contó que estaba pintando, y me enseño las imágenes que
llevaba en su móvil; me parecieron de una extraña madurez, pensé que quizá se
documentara viendo imágenes de pintura contemporánea, pero no era así, esas
pinturas que me enseñaba me recordaban a pintores como Pollock, Kandinsky, Klee,
Chagall, Gris… Puede parecer exagerado, pero era así, y quien acuda a esta
exposición, la primera que realiza, y conozca los autores citados, comprenderá que
no es fruto solo de mi afecto y admiración personal.
Lo asombroso, para mí, es que Alejandro no conocía a ninguno de estos pintores,
doy fe de ello.
Cuando, después, fui viendo sus obras, les fui poniendo la etiqueta de a quién me
sugería cada cual, él tomaba nota porque no conocía a ninguno, insisto.
No encontré alumno que entendiera tan rápidamente la diferencia entre el cubismo
analítico y el sintético; lo cogió a la primera; y se decantó por la síntesis, bella y
elegante de Juan Gris; y yo me alegré.
Esta exposición, que ahora se inaugura, es una muestra de la polivalencia en los
significados, y las destrezas, tanto en el dibujo tradicional como en la novedosa forma
de cambiar el color, del autor. El cómic, las nuevas formas de representación de la
imagen, a través de los nuevos medios de comunicación, marcan una impronta
distinta y personal en su obra; en muchas de ellas se prescinde de los matices para
generar campos de luz y sombras fuertemente contrastados; en otros casos se juega con
el choque de colores para lograr una estridencia buscada, como en la técnica de los
grafiteros, que también asimila a la perfección. Reposar la mirada en una de sus
pinturas, permite, como decía Matisse, descansar después de un ajetreado día.
No sé, porque nunca he leído el futuro, qué le deparará la vida a Alejandro, pero sí
sé que es una buena ocasión para comprar una obra de alguien con un prometedor
futuro. Futuro que dependerá, en todo caso, de su empeño y constancia, y que, a
juzgar por su pasión, se prevé fructífero.
Me he referido siempre a la pintura, pero este artista caravaqueño no limita su
mundo a los pinceles. De familia de herreros, le llama la fuerza y el poder de la
materia y su volumen, y nada tiene de particular que se permita indagaciones con
una novedosa y extraña forma de crear espacio en el aire.
Espero, y deseo, que os guste la obra de este joven artista, dotado de una especial
intuición e imaginación, y al que le queda un largo camino de descubrimientos e
ilusiones.